lunes, 1 de marzo de 2021

Luces largas

Quien haya asistido a una rueda de prensa o presentación sabe que a menudo la forma se impone al fondo, a la sustancia, incluso con ánimo de tapar su inexistencia. Comparecencias pomposas envuelven sólo aire. Palabras evanescentes ocultan su fragilidad sujetas por una enfática grandilocuencia. Representar la nada en tiempos de glorificación de lo aparente resulta un ejercicio sencillo y desinhibido, ya que pocos siguen el rastro de las cosas para cerciorarse de que llevan a alguna parte. 

La pandemia ha tensionado la estructura de las empresas hasta hacerla crujir. Cuadrar los números se ha convertido en un ejercicio ciclópeo, que ni los más menesterosos pueden garantizar. Una bruma densa de inquietud proyecta su tristeza en el horizonte de quienes se ven amenazados por la incertidumbre, extendida ya como mal endémico. La testaruda realidad hace añicos los sueños, las previsiones, los proyectos. Y nadie sabe hasta cuándo.

Este cuadro casi tenebroso tiene, afortunadamente, contrapuntos luminosos que llaman a la esperanza. También en nuestro entorno. El pasado 22 de febrero se hizo visible uno de los más destacados: la creación del consorcio del Corredor Vasco del Hidrógeno es una apuesta valiente que se anticipa al futuro. Es un proyecto de país que marca el devenir colectivo, que lo hace mejor.

Euskadi cuenta con una posición geográfica privilegiada, en cuanto que participa del eje tecno-industrial de una euroregión atlántica, y tiene como desafío hacerse con un mayor peso y protagonismo en el seno de la futura Unión Energética Europea. Esa conjunción de fortalezas y oportunidades traza el camino firme a seguir y define una posición de solidez, máxime si se actúa desde la ambición.

En ese contexto, el Corredor Vasco del Hidrógeno aporta perspectiva, sinergias y rigor. El consorcio que lo sustenta reúne a 78 organizaciones de máximo nivel unidas por la convicción de que sólo tomando la delantera será posible una transición próspera hacia la neutralidad climática.

Lejos del griterío estéril de quienes, también en el ámbito energético, proponen modelos de país cuya inconcreción ventajista busca ocultar carencias, ineficiencias y falta de competitividad, lo firmado en el Palacio Euskalduna se fundamenta en una estrategia integral, hilvanada por 34 proyectos de toda la cadena de valor. Con una inversión de más de 1.300 millones de euros hasta 2026, generará 1.340 puestos de trabajo directos y 6.700 indirectos  y se traducirá en la producción de 20.000 toneladas de hidrógeno renovable al año, evitando en idéntico período la emisión de 1,5 millones de toneladas de CO2.

Una transición supone, por definición, pasar de una situación a otra distinta. La energética es inexorable e inaplazable. Pero hay que afrontarla desde la memoria de lo que dio bienestar al país y de la mano de compromisos multilaterales que no conviertan en contraproducente para uno mismo e irrelevante para el conjunto el esfuerzo de nadie. 

Petronor y Repsol transitan hacia la descarbonización desde lo tangible, desde una posición de liderazgo fundamentado en la credibilidad, el buen hacer y la rendición de resultados. Convertir los desafíos en oportunidades permite saltos cualitativos a cualquier sociedad. Estamos en el umbral de uno de ellos. 


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