Ser un
estudiante brillante suele llevar aparejadas numerosas exigencias: el tesón, la
constancia o la curiosidad, desde luego; pero también la inteligencia, no sólo
en cuanto facultad mental sino también en la forma de percibir el entorno e
interactuar con él. Julen Arizaga e Inés Alcibar lo acreditaron el pasado 26 de
junio al recibir sus respectivas becas Enrique Sendagorta. Instituidas por
Petronor en el marco de su 50 aniversario en homenaje perenne a su fundador,
estos dos alumnos del máster de Ingeniería Industrial de la Universidad del
País Vasco han sido los primeros en recibirlas. Méritos no les faltan: el
expediente de Arizaga ciñe un rotundo 10 ─número 1 de su promoción─ y el de
Alcibar un 9,01 sólo al alcance de los más doctos. Los 25.000 euros asignados
en cada caso servirán al primero para su estancia desde el 19 de agosto en
Chicago, en el Instituto Tecnológico de Illinois, y a ella para sumar
conocimientos en la Universidad de Cincinnati.
La inteligencia
humana busca desde tiempo atrás algún tipo de réplica en la artificial, y ambos
han optado por cursos de especialización en esa materia. Lo que era mero fruto
de la imaginación más fértil hace apenas unos años, es ahora campo abonado para
una transformación sin precedentes. Las mentes más privilegiadas se afanan en
perfilar ese futuro en el que la ciencia ficción se funda con la realidad. Ser desde
ya partícipe activo del mañana está sólo al alcance de los más visionarios, de
los más osados, de quienes son capaces de transitar lo inescrutable. Y Julen e
Inés son fiel reflejo de que soñar con ingenio es adelantarse al presente,
trazar caminos que la mayoría apenas atisba en el horizonte.
Petronor
promueve y premia la excelencia. Más aún la que suma categoría humana y
técnica. La que demuestra arraigo, la que refleja valores compartidos por una
sociedad como la vasca que es avanzada porque es también solidaria y abierta,
aportando al mundo una personalidad singular, a la vez ancestral y de vanguardia.
Que vincula íntimamente conocimiento y sentimiento. Que es referencia de la
inteligencia humanista, que no es sino la mejor expresión del saber humano. La
que hará mejor el mundo si es la que se reproduce en toda suerte de máquinas y
artilugios. Porque el uso perverso de la inteligencia también puede separar,
alejar, destruir, fomentar males diversos, no por bien conocidos menos
repetidos a lo largo de la historia.
Escuchar
a Julen e Inés en el acto de entrega de sus correspondientes becas constató que
están a la altura que requiere la distinción recibida. Afrontan con seguridad e
ilusión lo que les depara el futuro sin distanciarse ni un milímetro del camino
recorrido hasta ahora, de su entorno social y académico, de una escala de
valores que les confiere un valor añadido. Son personas sólidas, en lo técnico
y en lo humano, que desprenden el magnetismo característico que da la
sabiduría, aun siendo muy jóvenes. Pero nada viene dado en su totalidad. La
resiliencia es una de las variantes de la inteligencia, va pareja a una evolución
forjada en el trabajo duro. Las cualidades innatas hay que cincelarlas día a
día, hasta darles la forma requerida.
Estados Unidos es una de las tierras prometidas para los profesionales más punteros en infinidad de disciplinas, también en el campo de la inteligencia artificial. Ojalá no sea una estación término, sino un destino de ida y vuelta. No sólo depende de Julen e Inés. También de todos nosotros; de que, como sociedad, sepamos valorar, promover y reconocer debidamente tanto talento, de que seamos capaces de atraerlo, de hacer que germine y se asiente aquí. Es una asignatura pendiente. Aprobarla nos hará mejores.
Julen Arizaga e Inés Alcibar, en el centro de la imagen, recibieron en la Escuela de Ingenieros sus correspondientes becas Enrique Sendagorta. |
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