2018 fue un año intenso para Petronor. Debía serlo: un 50 aniversario es profundamente referencial para cualquier empresa, incluso para las personas. Aquilata una larga trayectoria y ofrece una perspectiva mucho más allá de lo coyuntural, de lo aparente. En el ámbito industrial evidencia solidez, empaque; más aún en un contexto tan dinámico y cambiante como el que va desde 1968 hasta nuestros días, con una radical transformación tecnológica condensada en el tiempo como nunca antes, que ha modificado de raíz cualquier limitación geográfica anterior hasta derivar en la plena globalización.
En lo relacionado con el petróleo y, por ende, con las refinerías, han sido cinco décadas de pronunciados dientes de sierra, zigzagueantes, con crisis y recuperaciones concatenadas en función del contexto geopolítico y económico internacional. Medio siglo de apuestas mayúsculas, de orfebrería empresarial y, en nuestro caso, de pioneros modélicos que abrieron paso al futuro.
La sociedad vasca y su tejido económico han evolucionado de tal manera desde aquel 30 de noviembre de 1968 en que comenzó la construcción física de Petronor que el puro salto cronológico apenas alcanza a explicar la dimensión del cambio. No sólo en lo más notorio, en el caudal de los indicadores macroeconómicos básicos, sino, sobre todo, en el nivel de integración con las economías europeas más eficientes y desarrolladas, así como en la consecución de la plena capacidad para adaptarse de forma permanente a un contexto global que exige reflejos, flexibilidad y valor añadido.
Esas son también algunas de las características que han posibilitado a Petronor cumplir 50 años rebosante de salud tras superar numerosas vicisitudes. Algunos de los hitos que marcan su trayectoria son, entre muchos otros, la puesta en marcha de la refinería en 1972, la inauguración del puerto en Punta Lucero y el oleoducto hasta las propias instalaciones en 1975, el arranque de las unidades de conversión en 1985, la apertura de la planta URF en 2011, el proyecto Petronor Barria para la mejora de la gestión de 2014 o la renovación de las salas de control de la compañía en 2017.
El reciente anuncio de una inversión de 30 millones de euros para la construcción de una nueva sede compuesta por tres edificios que albergarán las oficinas generales, los comedores y los vestuarios que den servicio a las más de mil personas que acuden diariamente a Petronor no deja de ser una auténtica declaración de principios, en cuanto que refleja una renovada vocación de arraigo y permanencia. Como ha señalado el presidente Emiliano López Atxurra, “2019 será el inicio de otra época, en la que la digitalización de procesos y la innovación tecnológica en materia energética —movilidad eléctrica, microredes y generación distribuida—abrirán el camino hacia otra nueva era industrial”.
Petronor ha sido en estos 50 años un agente fundamental para el desarrollo económico de Bizkaia y de Euskadi. No en vano es el principal contribuyente del territorio en el que se asienta; y tiene acreditada, a su vez, una potencia laboral de gran calado merced a su capacidad para crear empleo tanto directo como indirecto. Ese capital humano explica sus exitosas cinco décadas de andadura y es la clave de bóveda para afrontar el futuro con confianza. Los retos son enormes, casi de ciencia ficción hasta tiempos muy recientes, de una magnitud descomunal. Pero Petronor está lista para afrontarlos con garantías, con una trayectoria que le avala. Cumplir 50 años en estas condiciones está al alcance de muy pocos. Sólo de los más autoexigentes, perseverantes y ambiciosos.
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El 50 aniversario de Petronor ha sido un hito con proyección de futuro. |
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