Rosetta era una sonda de la Agencia Espacial Europea (ESA) que fue lanzada el 2 de marzo de 2004 y ha llevado a cabo su última maniobra este pasado 30 de septiembre, cuando ha iniciado su trayecto para colisionar sobre el cometa Churyumov-Gerasimenko desde una altitud de 19 kilómetros. El destino de la sonda ha sido un punto en el lóbulo inferior del citado cometa, cerca de una zona de fosas activas en la región de Ma'at. Ese descenso no fue en vano, ya que brindó a Rosetta la oportunidad de estudiar el entorno de gas, polvo y plasma más cercano a la superficie del cometa, así como de capturar imágenes de muy alta resolución.
La misión de la sonda fue la de orbitar alrededor del cometa mencionado en 2014 y 2015, enviando un módulo de aterrizaje llamado Philae a la superficie del mismo. Tanto el orbitador como el aterrizador tenían numerosos instrumentos científicos cuyo objetivo era analizar el cometa y sus características, incluyendo para ello una perforadora para tomar muestras internas. Había también espectrómetros especializados en diversas materias, para analizar la superficie del cometa, la coma y los gases expulsados. Además, se midió el núcleo por ondas de radio.
Rosetta obligó a aguzar el ingenio de los científicos. Así, por ejemplo, la necesidad de ahorrar combustible llevó a planificar una difícil trayectoria de vuelo que incluyó tres pases sobre la Tierra y uno sobre Marte para obtener asistencia gravitatoria, en cuatro vueltas al Sol en las cercanías de la órbita terrestre, lo que hizo posible ir ganando velocidad para poder alcanzar la alejada órbita del cometa. Sin esa trayectoria y las asistencias gravitatorias, el combustible necesario para alcanzar la órbita del cometa habría sido inalcanzable.
Finalmente, Rosetta ha orbitado y aterrizado en el cometa gracias a un ordenador con tres gigas de memoria y ha retratado paisajes increíbles con una cámara de 4 megapíxeles, unas tres veces menos que las de los teléfonos inteligentes más habituales. Todo eso se ha enviado a la Tierra a 90 kilobites por segundo, dos veces más lento que el 3G.
Su final ha sido como toda su trayectoria, apoteósico. Rosetta aterrizó hacia las 12:40 hora central europea, pero la señal tardó 40 minutos en llegar a la Tierra. Una vez tomó tierra, un software detectó el impacto y automáticamente apagó la nave sin posibilidad de volverla a encender. Durante su descenso, como ya queda dicho, la nave de la ESA fue enviando detalladas imágenes del cometa, que se encuentra a más de 700 millones de kilómetros de la Tierra. Nunca un instrumento humano estuvo más cerca de un cometa y había podido retratar la superficie de estos cuerpos, imprescindibles para entender el origen del Sistema Solar y, posiblemente, de la vida.
El cometa 67P es una bola de hielo y polvo que viaja a más de 130.000 kilómetros por hora. Su forma, con un lóbulo mayor y otro menor, es parecida a un pato de goma. Gira sobre sí mismo constantemente, lo que genera un campo gravitatorio irregular que hubiera podido arruinar el aterrizaje de una sonda de no tenerlo en cuenta. La sonda tomó tierra por última vez a solo 40 metros del punto original elegido. Se trata de una zona muy cercana a la fosa Deir-el-Medina, una de las muchas que existen en la cabeza del cometa. Dentro de estos pozos activos, que escupen gas y polvo, se encuentra el material original del que nació el Sistema Solar hace unos 4.500 millones de años.
La misión de Rosetta se discutió por primera vez a finales de los años 70, y se aprobó en 1993. Ha recorrido 8.000 millones de kilómetros a través del espacio. De ellos, 6.400 para alcanzar la órbita del cometa. Se trata de una aventura científica de primer nivel, sin precedentes, que permitirá a los científicos extraer innumerables datos sobre los cometas y, por ende, sobre el Sistema Solar y sobre la vida.
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