martes, 4 de octubre de 2016

Los días que no existieron

El 4 de octubre tiene algo de especial en lo que se refiere al calendario actualmente en vigor. Y es que hace exactamente 434 años desapareció el calendario juliano para dar paso al gregoriano que marca nuestros días. Y ese salto dejó un vacío en el calendario. La cronología antigua acabó un jueves 4 de octubre y pasó, de golpe, al viernes 15 de octubre. Diez días se perdieron, sin dejar ni rastro a efectos cronológicos.
La reforma gregoriana trataba de llevar a cabo uno de los acuerdos adoptados en el Concilio de Trento, el de ajustar el calendario para acabar con el desfase que se estaba produciendo desde el Concilio de Nicea, que tuvo lugar en 325. En aquel momento se había determinado el momento astral en que debía tener lugar la Pascua y, vinculadas con esta, todas las demás fiestas religiosas móviles. Se daba prioridad a la regularidad del calendario litúrgico, y para ello era necesario hacer determinados cambios en el civil, aunque lo que subyacía era la adecuación del calendario civil al año trópico.
Y es que en el Concilio de Nicea se había acordado que la Pascua debía celebrarse el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de primavera en el hemisferio norte —por consiguiente, equinoccio de otoño en el hemisferio sur—. El año 325 el equinoccio se había producido el 21 de marzo, pero con el devenir del tiempo la fecha del citado evento se había ido adelantando hasta el punto de que en 1582 el desfase era ya de diez días, y el equinoccio se dató el 11 de marzo. El desfase tenía su origen en un computo no exacto del número de días del año trópico. Según el calendario juliano, que colocó un año bisiesto cada cuatro, el año trópico era de 365,25 días, pero eran exactamente 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16 segundos. Esa pequeña divergencia había supuesto en los 1.257 años que mediaban entre 325 y 1582 un error acumulado de aproximadamente 10 días.
El calendario gregoriano fue impulsado sobre todo por el jesuita alemán Christopher Clavius y pretendía ajustar el desfase producido cambiando la regla general del bisiesto cada cuatro años y haciendo que se exceptúen los múltiplos de 100, aunque no los de 400, que sí son bisiestos. La nueva norma se fijó de esta manera: la duración básica del año es de 365 días, pero tendrán 366, y por tanto serán bisiestos, aquellos años cuyas dos últimas cifras sean divisibles por 4, exceptuando los múltiplos de 100 (1700, 1800, 1900...), de los que se exceptúan a su vez los que también sean divisibles por 400 (1600, 2000, 2400...). Es el sistema que rige en la actualidad. Así, por ejemplo, 2000 fue bisiesto pero 2100 no lo será.
Así, el calendario gregoriano fue adoptado de inmediato, y actualmente es utilizado por casi todo el mundo. El germen del mismo estuvo en dos estudios realizados en 1515 y 1578 por científicos de la Universidad de Salamanca y remitidos a la Iglesia. El Papa sustituyó el calendario juliano, utilizado desde que Julio César lo instaurara en el año 46 a.C., por medio de la bula 'Inter Gravissimas'.
El nuevo calendario fue adoptado en Italia, Portugal, España (sólo en sus posesiones europeas y Canarias) y en una parte de Polonia el jueves 4 de octubre de 1582. Después llegarían a Francia, Lorena y el valle de Misisipí en Estados Unidos (que pasaron del domingo 9 de diciembre al lunes 20 del mismo mes); una parte de los Países Bajos (saltando del 17 al 28 de diciembre); y Bélgica (donde se pasó del 20 al 31 de diciembre). A partir de ahí, poco a poco, el nuevo calendario se fue extendiendo por todo el mundo.


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