viernes, 28 de octubre de 2016

Cambio de hora

Llega el horario de invierno. El próximo domingo, a las 3 de la madrugada habrá que retrasar una hora el reloj hasta volver a las 2. Y con este cambio se produce, una vez más, la polémica sobre las ventajas o desventajas que acarrea. El gesto de retrasar o adelantar la hora, en función de si es horario de invierno o de verano, comenzó a generalizarse a partir de 1974, por los rigores de la primera crisis del petróleo. En aquel momento algunos países decidieron adelantar los relojes para poder aprovechar más la luz del sol y consumir menos electricidad en iluminación. No obstante, medidas de este tipo ya se aplicaron también durante la Primera Guerra Mundial. A partir de 1981 se llevó a cabo con una directiva europea, renovándose cada cuatro años.
Hoy son ya cerca de 1.500 millones de personas de casi 80 países las que mueven las agujas del reloj dos veces al año con esa misma finalidad. En la Unión Europea el cambio de hora se aplica desde 2001 como Directiva con carácter indefinido los últimos domingos de octubre y marzo. En la normativa comunitaria se justifica esta medida por "sus impactos positivos no sólo sobre el ahorro energético sino sobre otros sectores como el transporte, las comunicaciones, la seguridad vial, las condiciones de trabajo y los modos de vida, la salud, el turismo o el ocio". No obstante, ajustar el reloj biológico genera problemas y los expertos consideran que el cambio de hora provoca efectos como cansancio o alteraciones del estado de ánimo.
A partir del próximo domingo se recupera la hora que corresponde a España, la que va una hora por delante del tiempo que marca el meridiano de Greenwich. Según una encuesta realizada por el Instituto de Estudios Opinea a 1.019 ciudadanos españoles, el 68,4% están a favor de cambiar el huso horario y volver a la hora que marca Greenwich, es decir, el horario de Reino Unido y Portugal, que tienen una hora menos que el horario actual español, con la consabida excepción de Canarias. En la década de los 40 del siglo pasado, por decisión de Franco, el horario de España quedó vinculado al de Berlín.
La explicación oficial señala que con el cambio de hora, al acercarse el invierno, se adaptan las horas de luz al tiempo en que se está trabajando. Se supone que la jornada laboral comienza siendo ya de día y acaba cuando aún no es de noche. Según diversos estudios, el atrasar los relojes supone un ahorro de entre el 5% y el 10%, y el consumo de menos energía también repercute positivamente en el medio ambiente.
Este año se celebra el centenario del primer cambio de hora, en 1916. La propuesta fue impulsada en el Reino Unido por William Willett, que apoyaba la idea de que atrasando los relojes en otoño se aprovecharían mejor las horas de luz. El primer país en adoptar esta medida fue Alemania el 30 de abril y poco más tarde lo hizo también el Reino Unido. En el contexto de la Primera Guerra Mundial los defensores del cambio de hora no solamente pretendían aprovechar la luz solar, sino también conseguir más productividad, ahorrar gastos en electricidad y combustible, y mejorar así la situación económica condicionada totalmente por el conflicto.
Para hacer frente al cambio de hora es importante mantener un horario regular, tanto para meterse en la cama como para levantarse, así como evitar las bebidas excitantes a partir de las 16.00, no caer en el sedentarismo y tratar de no hacer comidas copiosas. También es aconsejable evitar las siestas prolongadas, dejar pasar al menos dos horas antes de ir a dormir tras la cena para hacer la digestión de forma correcta y no ver la televisión o dispositivos electrónicos en la cama, porque puede afectar a la calidad del descanso.


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