Es la cuarta vez que sucede. La Asamblea General de las Naciones Unidas va a firmar una declaración para coordinar a todos los estados miembros frente a una amenaza sanitaria de gran calibre. Tras el VIH/Sida, el ébola y las enfermedades no transmisibles, como las cardiovasculares o el cáncer, ahora se trata de alcanzar un acuerdo para hacer frente a la resistencia a los antibióticos, una de las mayores amenazas de la medicina moderna. Y es que durante decenas de miles de años, una simple infección bacteriana que hoy se cura con antibióticos en una semana podía causar la muerte.
Alexander Fleming ya advirtió en 1945 de los peligros de jugar con el tratamiento de la penicilina y abrir el camino a organismos resistentes a la misma. Las bacterias crean resistencia a los antibióticos de dos maneras: mediante mutaciones o adquiriendo la capacidad de otras bacterias. Las mutaciones son cambios espontáneos en el material genético que a menudo son inútiles o negativos, pero que a veces permiten que los microbios generen enzimas que desactiven los antibióticos o hagan desaparecer las dianas que los hacen vulnerables. Además, las bacterias pueden transmitir los genes que otorgan resistencia a los antibióticos apareándose, por medio de virus que transmiten secuencias de ADN que les dan esa capacidad, o incluso tomándolo del medio ambiente.
Hay más factores que influyen en la situación de alarma actual. Las granjas son, por ejemplo, auténticos campos de entrenamiento de las bacterias. El hacinamiento de animales facilita las infecciones que a su vez requieren un uso frecuente y masivo de antibióticos. Sin olvidar que esos medicamentos en pequeñas dosis se emplean para engordar a los animales. Al final, los microorganismos que sobreviven suelen hacerlo con mutaciones que les dan resistencia frente a los antibióticos. Y la globalización también está influyendo en la difusión mundial de resistencias, que viajan junto a los humanos. Pero los problemas van más allá, ya que hasta los años sesenta se desarrollaron más de 20 nuevas clases de antibióticos y desde entonces solo dos nuevos tipos han llegado al mercado.
Ahora, la ONU cree llegado el momento de plantar cara a esta situación. En concreto, el acuerdo planteado recoge tres compromisos fundamentales que deben ser una realidad en el plazo de dos años. Por una parte, se insta al desarrollo de sistemas regulatorios y de vigilancia para el uso de estos fármacos en humanos y animales. También se fomenta el desarrollo de nuevos productos y, por último, se busca mejorar la formación tanto de los profesionales sanitarios como de la población en general.
Los expertos recalcan que las bacterias son tantas y están tan organizadas que solo cabe unirse y colaborar contra ellas. Y es que en 2050, diez millones de personas podrían morir a causa de las bacterias multirresistentes, en su mayoría de infecciones hoy curables. Así el número de decesos superaría en 1,8 millones a las muertes producidas por el cáncer. La comunidad científica lleva años alertando de la aparición de resistencias a los medicamentos. Ya hoy se calcula que este problema está detrás de unos 700.000 fallecimientos anuales. Las bacterias más preocupantes son las conocidas como ESKAPE (Enterococcus faecium, Staphylococcus aureus, Klebsiella pneumoniae, Acinetobacter baumanii, Pseudomonas aeruginosa y Enterobacter).
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