El paso del tiempo también afecta a las jornadas reivindicativas instauradas mucho tiempo atrás. Incluso tras una crisis económica con pocos precedentes, el Primero de Mayo parece desgastado, sin el brío de antaño, con manifestaciones menos numerosas, con una capacidad de movilización a la baja. Los viejos cauces de participación parecen tener dificultades para ser tan representativos como fueron. En ese contexto se ha celebrado, una vez más, el Día Internacional de los Trabajadores, instaurado por el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional en París en 1889, en reivindicación y homenaje de los conocidos como Mártires de Chicago, sindicalistas anarquistas ejecutados en Estados Unidos por participar en la lucha por la jornada laboral de ocho horas que comenzó el 1 de mayo de 1886. Curiosamente, en ese país, así como en Canadá, no se celebra esta festividad. En su lugar está el Labor Day del primer lunes de septiembre cuyo acto central es un desfile en Nueva York.
España fue el primer país de Europa que aprobó mediante decreto la jornada de ocho horas tras la huelga de La Canadiense llevada a cabo por anarquistas de Barcelona. Dos meses después Francia hizo lo propio. El Primero de Mayo adquirió su mayor protagonismo tras la Segunda Guerra Mundial gracias a los fastos de los países del llamado bloque socialista y al aumento del apoyo hacia los partidos de izquierda en la zona capitalista de Europa. También el Vaticano abrazó la celebración y en 1954 el Papa Pío XII declaró el Primero de Mayo día de San José Obrero, queriendo despojarle de las connotaciones ajenas al pensamiento católico.
Este año miles de trabajadores han vuelto a salir a las calles de las ciudades de todos los puntos del mundo. En Estambul se ha prohibido la utilización de espacios públicos, en París la policía ha cargado contra quienes protestaban ante la reforma laboral impulsada por el Gobierno socialista francés y en el sureste asiático el salario mínimo y las pensiones decentes han sido los ejes reivindicativos. Manila, Yakarta, Londres, Moscú, Berlín, Hong Kong, La Habana o Pekín han sido también escenario de grandes manifestaciones.
Mientras, en Euskadi los sindicatos han conmemorado el Primero de Mayo denunciando la precariedad laboral y los recortes introducidos por diversos gobiernos durante la crisis económica. Otros de los asuntos presentes han sido la defensa de la industria vasca, especialmente de la siderometalúrgica, las elecciones generales del 26 de junio y la crisis de los refugiados provocada por la guerra en Siria. El principal escenario de las movilizaciones sindicales ha sido la Gran Vía de Bilbao, que ha congregado una vez más los actos centrales de ELA, la marcha unitaria de CCOO y UGT de Euskadi, así como las de otras centrales como LSB-USO, Steilas, ESK o CGT. Mientras, en Donostia ha tenido lugar la manifestación convocada por LAB.
El secretario general de ELA, Txiki Muñoz, ha llamado a la movilización al considerar que en una coyuntura en la que "se extienden las injusticias" la huelga es "sinónimo de funcionamiento democrático". Por su parte, la líder de LAB, Ainhoa Etxaide, ha asegurado que su sindicato hará "todo lo posible" para activar la "confrontación" laboral contra la patronal y contra una precariedad que, según ha señalado, "se extiende sin límites". Los máximos responsables de CCOO y UGT de Euskadi, Unai Sordo y Raúl Arza, han puesto en valor el trabajo sindical y han llamado a la ciudadanía a superar el "hartazgo" con los políticos y votar el 26 de junio para ayudar en la conformación de un gobierno de cambio.
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