La economía está en uno de esos momentos de transición, aunque no se sabe muy bien hacia dónde. Los signos de recuperación son innegables, al igual que las nuevas dudas que se ciernen a nivel mundial. Es difícil adivinar qué nos espera al cabo de la calle. El FMI ha recalcado hace pocas semanas que los riesgos sobre la economía global se han pronunciado. El descenso en los mercados bursátiles mundiales, que ha promediado en lo que va de 2016 un 6%; y la significativa salida de capitales de las economías emergentes, que han pasado de registrar entradas netas de 125.000 millones de dólares en 2014 a retiradas netas de 200.000 millones un año después, son dos ejemplos bien ilustrativos. En este contexto tan turbulento, resultan de especial interés los datos estadísticos que pulsan el ánimo de los consumidores. No dejan de ser un termómetro que refleja de forma fiel cómo perciben la situación económica los ciudadanos de a pie.
El Centro de Investigaciones Sociológicas, el célebre CIS, acaba de dar a conocer los resultados del Indicador de Confianza del Consumidor (ICC) correspondiente al mes de marzo. Se calcula como media aritmética de los balances de la situación actual de la economía familiar, de la economía española y del empleo, respecto a la que existía hace seis meses, y de las expectativas respectivas para los próximos seis. Con una muestra de 1.510 entrevistas, puede tomar valores que oscilan entre 0 y 200. Por encima de 100 indica una percepción positiva de los consumidores y por debajo de esa cifra, una percepción negativa.
El ICC del mes de marzo se sitúa en 92,6 puntos —2,6 por debajo del dato del mes anterior—, lo que vuelve a arrastrar al índice por debajo de los valores obtenidos en los últimos 14 meses. Este retroceso se produce tanto por una peor valoración de la situación actual, que baja 2,1 puntos en el mes pasado, como por el descenso de las expectativas, que alcanza los 3,1 puntos. En relación a marzo del año pasado la evolución es claramente negativa. El descenso alcanza los 7,8 puntos, con pérdidas muy superiores en las expectativas (-14,1 puntos) frente al ligero retroceso en términos absolutos para la valoración de la situación actual, que desciende punto y medio. En términos porcentuales, el perfil de la evolución registrada es muy similar: el ICC baja un 8,5% como resultado de un descenso del 1,8% en la valoración de la situación actual y una pérdida del 14,2% en las expectativas.
La evaluación trimestral que permiten los resultados de marzo ofrece asimismo una evolución muy negativa que ahonda la ligera caída experimentada en el último trimestre de 2015. El ICC del primer cuarto del año pierde un 8% respecto al registrado en el trimestre anterior, con mayores caídas en el índice de expectativas (-10,6%) y pérdidas más moderadas en el índice de situación actual (-4,7%). En relación al mismo trimestre de un año antes, también se registra un retroceso importante, del 4,1%, y, además, en tasa trimestral interanual se produce un descenso idéntico, lo que rompe una serie de 11 trimestres de crecimiento interanual continuado.
Son datos ciertamente preocupantes, que reflejan el momento actual. La recuperación no termina de arrancar a pleno rendimiento, el desempleo sigue en porcentajes inaceptables, se ha incumplido el déficit público comprometido con Bruselas para 2015 y la incertidumbre política es mayor que nunca, con la opción de una repetición de las elecciones generales más presente que nunca. Todo ello, o las consecuencias que puedan derivarse, inciden en el ánimo social, en la percepción de que todavía quedan muchas dificultades por sortear antes de llegar a una recuperación económica sólida y generalizada.
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