El fútbol es, sin duda, el mayor fenómeno sociodeportivo del
mundo. Y en esta ocasión no se trata de una afirmación que envuelva un acto más o menos disimulado de
eurocentrismo, sino del reflejo de la pura realidad. Es el deporte más universal y mueve a
auténticas masas como ningún otro. Por ello, cualquier noticia relacionada con
el mismo adquiere una especial relevancia. Es lo que sucede con la campaña
puesta en marcha estos días por parte de la AFE, Asociación de Futbolistas
Españoles, para hacer frente a la violencia de género. No suele ser muy
habitual que los profesionales del fútbol activen de forma conjunta este tipo
de iniciativas. Como mucho, se involucran en actos de carácter solidario y
benéfico.
La influencia del fútbol y de los futbolistas entre los
jóvenes es enorme y por eso es tan importante que la AFE pretenda
promover “una revolución sentimental” que ayude a acabar con los malos tratos hacia las
mujeres. El presidente de la citada asociación, Luis Manuel Rubiales, dijo el
miércoles en la presentación de la campaña que los futbolistas quieren unirse
contra la lacra del sexismo aprovechando que las estrellas del balompié son un
referente para muchísimos adolescentes. La iniciativa se desarrollará en salas
de cine, trenes, metros y centros escolares.
Imágenes como la de parte de la afición del Betis jaleando a
uno de sus jugadores, que fue
denunciado por su pareja por supuestos malos tratos, son impropias de un país
civilizado. Quien haya asistido a un campo de fútbol habrá sido testigo de
multitud de insultos xenófobos, homófobos y derivados de varias fobias más. No
se puede permitir que los estadios se conviertan en escenario de semejantes
barbaridades, y las respectivas directivas deben aplicar la tolerancia cero. La práctica del deporte y la actitud de los aficionados debería ir asociada a otros valores bien
distintos, por mucho que se esté inmerso en un ambiente de pasión por los
colores propios. Mientras no sea así, mientras no impere el respeto, harán
falta muchas campañas como la de la AFE. Contra el sexismo, evidentemente. Pero
también contra quienes ofenden a jugadores por su origen o raza o utilizan la homosexualidad
como arma arrojadiza. No puede haber espacio en el deporte para actitudes tan aberrantes.
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