viernes, 6 de marzo de 2015

Sin techo

Dicen que la estadística siempre es fría, pero cuando hace referencia al sufrimiento de las personas los números pueden llegar a estremecer. Un estudio presentado esta semana en San Sebastián recoge los datos de quienes en Euskadi carecen de hogar y duermen en la calle, en una situación de total desamparo. En este caso, se trata de un recuento llevado a cabo en diez localidades vascas el pasado 29 de octubre por la asociación Kale Gorrian, en colaboración con los respectivos ayuntamientos, las diputaciones forales y el Gobierno vasco. En total, fueron localizadas 1.513 personas que se alojaban en albergues sociales y similares, y otras 313 que dormían directamente en la calle. Por territorios, 904 corresponden a Bizkaia, 635 a Gipuzkoa y 297 a Álava. Las mujeres son casi el 24% de quienes padecen esta terrible situación. Llama la atención el número de menores acompañados por algún adulto que pasan las noches en centros sociales. Son 111, la mayoría hijos de víctimas de violencia de género.
En este caso no se pueden relacionar las cifras con la crisis económica, ya que el número de ‘sin techo’ permanece estable en los tres últimos años, que es cuando se empezaron a recabar este tipo de datos. En todo caso, el viceconsejero de Políticas Sociales del Gobierno vasco Iñigo Pombo señaló, con acierto, que se trata de “un problema social muy serio”. Y tanto que lo es. Más de la mitad de los que malviven en la calle dijo, además, haber sufrido alguna agresión física o psicológica, habiendo sido insultados, amenazados e incluso robados. 
Las diversas administraciones están haciendo todo lo que está en su mano para analizar los casos y amortiguar el sufrimiento de estas personas que, precisamente, necesitan todo tipo de apoyo. Pero que nadie piense que se trata de un asunto que no le atañe, que debe encauzarse solo por vía institucional. Al margen de las asociaciones de matriz social que ponen todo su empeño en echar una mano a quienes no pueden estar ya más excluidos de la sociedad, el resto de la ciudadanía también puede poner de su parte. Lo más básico es tratar a las personas siempre como personas, sin privarles de un ápice de dignidad. A partir de ahí todo depende del grado de compromiso social de cada cual. Pero es una realidad ante la que nadie puede girar la cara. Una sociedad que globalmente es opulenta tiene que medir también su nivel de desarrollo por su capacidad para enfrentar las diversas problemáticas sociales y arropar a los más necesitados. 
   

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