Bien es sabido que los jóvenes vascos no son precisamente precoces
a la hora de abandonar la casa familiar. Al margen de los motivos de tipo
sociológico, que también los hay, son determinantes los disparatados precios de la vivienda en
Euskadi. La crisis ha dificultado que incluso muchos adultos puedan hacer
frente a los gastos derivados del pago de sus hipotecas. Así, los desahucios no son ninguna anécdota puntual sino una dramática realidad que ha golpeado a muchas familias. Otras han tenido más suerte, pudiendo sortear con sangre, sudor y lágrimas ese desalojo extremo. En esas condiciones es
casi imposible que un veinteañero pueda independizarse, aun teniendo un
trabajo más o menos estable. Los precios desorbitados de los pisos quitan las
ganas incluso de acercarse a una entidad bancaria a pedir un crédito. Todo lo que cualquier observador más o menos atento de la realidad
social podía sospechar se ve plenamente confirmado en un reciente estudio realizado por el
Gobierno vasco acerca de las expectativas sociolaborales juveniles.
Del mismo se deriva que el 75% de los menores de 30 años que
aún viven con sus padres quieren emanciparse pero no pueden. En la treintena justa está la edad media en la que los jóvenes vascos se suelen ir de la
vivienda de sus progenitores, es decir cuatro años más que el promedio europeo. Los
principales motivos que impiden dar ese salto son los ya mencionados: el paro y
la precariedad laboral, por una parte, y el complicado y oneroso acceso a un
piso, por otra. En consecuencia, el 41,4% de los jóvenes ve “poco probable” emanciparse
en el plazo de un año y otro 34,8% cree que será directamente “nada probable”.
Poniendo el foco en la búsqueda de soluciones para esta
problemática, el Ejecutivo vasco considera básico reducir la tasa de desempleo
juvenil, así como que el precio de las viviendas siga descendiendo. Una cuota
de hipoteca es asumible cuando no acapara más del 30% de la nómina, pero en el
caso de los jóvenes de Euskadi el promedio alcanza, en este momento, el 62%. Y eso que en los últimos
años esa cifra es menor al haber menguado el precio de la vivienda por
la crisis: en 2008 era, nada más y nada menos, que del 90%.
La única solución a
corto plazo pasa por un plan de alquileres baratos, puesto ya en marcha por el
Gobierno vasco hace un mes. Los problemas estructurales en materia de acceso de los jóvenes a la vivienda son de órdago y, por ahora, solo cabe poner remedios puntuales, parches que atenúen la situación. En todo caso, esta cuestión bien merece una reflexión profunda no sólo de los poderes públicos, sino del conjunto de los agentes sociales.
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