La cocina vasca es uno de los elementos ya clásicos que prestigian a nuestro país en todo el mundo, que le dan una presencia muy superior a la que le podría corresponder por su tamaño. Y además de ser un reclamo promocional o turístico de primer nivel, posee también un formidable valor económico. Una vez que, afortunadamente, va quedando atrás la vinculación que se establecía entre Euskadi y elementos de carácter negativo, vuelven a emerger con fuerza y sin sombras de por medio los aspectos que tradicionalmente nos han identificado para bien. Al margen de todo lo relacionado con la actividad económica y comercial, con el emprendizaje, la gastronomía continúa siendo un valor permanente a los ojos de cualquier foráneo.
En ese sentido, a modo de pequeña muestra sociológica, siempre resulta muy útil montarse en un taxi en una gran ciudad, Madrid o Barcelona por ejemplo, para confirmar la pervivencia de esos elementos característicos que permanecen inalterables en el imaginario popular con el paso del tiempo. La bonhomía, la pujanza económica, el buen comer y las habilidades culinarias son los aspectos a los que hacen referencia una y otra vez al hablar de Euskadi y de sus habitantes. No es de extrañar que algunas de las personalidades más destacadas de los ámbitos político, económico, social y deportivo de esas capitales elijan restaurantes vascos de forma reiterada para sus encuentros. Es el fiel reflejo del prestigio de nuestra cocina.
Para llegar a este punto, los profesionales del sector han recorrido un largo camino hacia la cumbre, uno de cuyos puntos fundamentales bien podría ser la creación y desarrollo del Basque Culinary Center, cuyo objetivo pasa por garantizar la continuidad de la cocina como polo de innovación en el futuro, haciendo permanente hincapié en la formación. Tomando siempre como base los productos de la tierra, de lo tradicional surgió la nueva cocina vasca, lo innovador, que se está reinventando continuamente gracias a la labor investigadora de grandes nombres que ya están en el olimpo de los que permanecerán en la historia.
De las cocinas caseras y de los txokos se dio el salto a los restaurantes, que fueron convirtiéndose en templos gastronómicos de primer nivel. Esa fama ha logrado arrastrar a miles de visitantes gracias a una fórmula invencible para atraer al turismo de calidad que suma paisaje, cultura y cocina. Es un camino en el que merece la pena profundizar desde los ámbitos público y privado. Además de prestigiar al país, de darle valor añadido, constituyen una red que resiste con fuerza en los momentos de mayor flaqueza económica. Son apuestas a medio y largo plazo, que asocian la imagen de Euskadi con la excelencia. Esta es la vía de futuro, la que realmente hace que un país se sitúe entre los más avanzados en los indicadores de desarrollo humano, la que le dota de solidez y de calidad de vida.
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