jueves, 26 de febrero de 2015

Más hijos

La trascendencia de las políticas públicas relacionadas con el fomento de la natalidad está estrechamente vinculada con lo menguada que esté la base de la piramide poblacional. En el caso vasco, con tasas de reposición demográfica en negativo, no cabe duda de lo urgente que resulta fomentar un mayor número de nacimientos. Se ha de llevar a cabo, en cualquier caso, con medidas coherentes y sostenidas en el tiempo, aunque casando esas directrices básicas con la situación económica del momento. A nadie se le escapa que las administraciones públicas, como el conjunto de los ciudadanos, llevan un lustro largo gestionando habas contadas, viéndose obligadas a repartir el peso del gasto entre las partidas más básicas. Aunque tampoco hay duda de que la ideología de cada partido gobernante cuenta a la hora de establecer las prioridades.
Los datos de las últimas décadas resultan muy esclarecedores. El descenso del número de nacimientos se ha producido de forma constante desde los años 80, tanto en el conjunto de Europa como en Euskadi. Para hacernos una idea mucho más fehaciente, el número de hijos por mujer en edad fértil pasó de ser de 2,7 en 1975 a rozar el 1,0 en el 2000, y hay que tener en cuenta que para asegurar el reemplazo generacional se precisa una ratio de 2,1 hijos por mujer. Respecto a la esperanza de vida, en ese cuarto de siglo se ganaron unos 6 años, alcanzando en el año 2001 una esperanza media de vida de 76,4 años en el caso de los hombres y de 83,7 años para las mujeres. Diez años después, la esperanza de vida de los varones vascos era de 78,9 años y el de las féminas de 85,4. Incluso con una inmigración ya consolidada, en 2013 el número de defunciones superó al de nacimientos, que cayeron un 7% respecto al año precedente, con lo que Euskadi cerró el año con un saldo vegetativo negativo de 613 personas.
El Gobierno vasco ha anunciado esta semana que las ayudas por vástago variarán según el nivel de renta de los progenitores y que, además, se incentivará el nacimiento de los segundos hijos. Así las cosas, el apoyo del Ejecutivo en el caso de los primogénitos seguirá oscilando entre los 400 y los 900 euros, siempre en función del nivel de renta de los padres, y se establecerá una escala a partir del segundo hijo, bajo las mismas premisas, con un tope de 1.800 euros de ayuda, 300 más que hasta ahora. Las modificaciones introducidas en el correspondiente decreto permitirán un reparto más equitativo sin necesidad de aumentar la partida global. Todo ello se apoyará, además, en una serie de medidas que buscan favorecer la conciliación de la vida laboral con la personal y familiar.  

Son, sin duda, medidas destinadas a favorecer el aumento de la natalidad en una sociedad que se está haciendo vieja a pasos agigantados. Las bajísimas tasas vienen de muy atrás, pero la crisis económica ha agravado aún más la situación. Es prácticamente imposible plantearse tener descendencia no solo estando en el paro sino incluso temiendo por el puesto de trabajo o encadenando contratos precarios. Las ayudas son balsámicas en lo inmediato, pero tener hijos pasa por poder ofrecerles un recorrido vital adecuado a largo plazo.      

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