Hace unos días conocíamos que Repsol adquiría la compañía energética Talisman-energy. Hasta hace 4 décadas eran las empresas extranjeras las que compraban industrias españolas. En muchos casos lo que adquirían eran pequeñas factorías o grandes talleres, distinta denominación para una misma magnitud empresarial.
Aquellos inversores eran bienvenidos, aportaban capitales para modernizar e incorporar tecnología además de comprar las correspondientes acciones. La actividad prioritaria de los ministerios de industria y exteriores era captar estas oportunidades. De ahí que Gulf-Oil, BP y Shell, entre otras, consiguieron la presencia destacada que han tenido y tienen en el sector energético.
Hoy los inversores son los proyectos empresariales como Repsol, conscientes de que la globalización exige presencia a ese mismo nivel, global. Ésta, la presencia global, debe ser en todas las áreas del negocio; prospección, extracción, transporte, refinado, petroquímica y comercialización de productos elaborados. Sólo empresas con un fuerte soporte técnico y con presencia en numerosas áreas del planeta pueden abordar con solvencia este desafío.
En el siglo XXI los mercados son invadidos por las empresas que desarrollan tecnología, tienen presencia global y su magnitud económica se debe corresponder con sus pretensiones. Esto que es una buena noticia en muchos foros de opinión, en otros es denostado. Colectivos diversos cuestionan estas estrategias empresariales criminalizando, desde el punto de vista social, a las multinacionales energéticas. Es muy evidente que se genera empleo con la actividad empresarial, iniciativas de este tipo impulsan la economía y el dinamismo industrial.
Las empresas energéticas de otros países aplican las mismas estrategias, intentan posicionar sus productos en el mercado global, es decir las iniciativas empresariales necesitan el apoyo de los consumidores y la sociedad. Parafraseando a un entrañable amigo y cambiando algún sustantivo “industria que no haces industria que te hacen”. Siempre será mejor la industria nacional frente a iniciativas procedentes de otros países. Además si las empresas españolas se convierten en multinacionales, en la economía globalizada, mejor aún.
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