Pese a que la grafología no se ha pasado de moda, el mundo de la informática y nuestra dependencia de los ordenadores han llevado a los científicos a buscar una variante de la grafología afirmando que una persona frente a un teclado puede expresarse de cierta manera, y que esos parámetros son medibles, y que, por lo tanto estamos ante un texto que se puede interpretar. Como si de una nueva grafología se tratase. Escribas como escribas, a mano o mediante un teclado, ese texto y tus emociones están conectados y, por tanto, en manos de un experto, puede hablar de ti.
Hay infinidad de datos materiales que proporcionan una primera información: el tiempo que tardas en redactarlo, el tiempo que mantienes presionadas ciertas teclas hasta que las liberas, pueden decir mucho de tu personalidad y de tu estado mental general. Más allá de esos parámetros, los ordenadores son capaces de informar sobre aspectos y de elaborar operaciones impensables en un ser humano corriente. Pero es que, según se viene sabiendo, se demuestran también muy hábiles en el ámbito de la inteligencia emocional. Ya están ahí, de hecho, los primeros programas capaces de reconocer las emociones de las personas atendiendo a cómo teclean. A niveles similares de precisión, se sabe que quien escribe desde una situación de alegría, gozo o satisfacción, comete menos errores (87% de precisión), por ejemplo. Los investigadores han observado que los sistemas de detección de emociones podrían utilizarse en aplicaciones como la enseñanza on-line: Un sistema on-line emocionalmente inteligente podría cambiar su aspecto, estilo de enseñanza o el contenido de sus conferencias para adaptar mejor el estado emocional de un estudiante concreto. Todo ello, atendiendo a cómo teclea.
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