Lo malo del asunto es que nadie comete errores de manera voluntaria a la hora de medicar a sus hijos. Pero es un hecho: de manera bienintencionada, padres, madres o cuidadores suministran a los menores a su cargo medicinas equivocadas. En la mayoría de los casos, se trata de analgésicos (dolor) y antipiréticos (fiebre) y son más abundantes cuando se trata de menores de poca edad (1 año) a cargo de padres inexpertos. Pero los errores se repiten por demás hasta que los menores tienen 6 años.
El escenario más clásico: en el hogar, en casa de amigos o familiares, en la escuela y en la guardería. Los problemas más comunes son de dos tipos. En primer lugar, cuando por falta de coordinación se suministra al menor el mismo medicamento dos veces. Uno de los padres o el cuidador proporciona un medicamento al niño y luego sigue adelante con su ajetreado día sin decirle al otro padre o cuidador lo que sí y lo que no ha hecho. El problema de la doble dosificación es el más común. En segundo lugar, cuando se suministra el medicamento adecuado pero erróneamente en cuanto a la dosis y los ritmos. Dicen los expertos que el mayor problema está en el embalaje y en la forma de suministro. A veces se trata de un líquido con una jeringa; otras, viene con una taza; algunas dosis se suministran en cucharillas; otras en cambio lo resuelven con recipientes milimetrados. Un pequeño lío que se podría resolver obligando a las farmacéuticas a estandarizar la presentación de sus productos. De todo lo anterior se deduce que debe mejorarse en nivel de comunicación entre padres, madres, cuidadores, profesores y médicos.
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