El libro electrónico es una herramienta tan nueva que han de pasar años para ver con cierta perspectiva qué influencia tiene en nuestra manera de leer y de gestionar lo leído. No hablo del sentimentalismo que alimentan quienes se aferran al papel como si los libros electrónicos fueran la perdición o la herramienta que nos llevará al infierno de la incultura y la desinformación. Todavía se cruza uno con personas que te miran de medio lado si te ven con un e-book en la parada del autobús o en la sala de espera de la consulta del dentista. Supongo que se les pasará y acabarán aceptando esta herramienta como lo han hecho con otras: con naturalidad y sin renunciar (no hay motivo) al papel del sus amores.
De momento, afectos aparte, algunos estudiosos se ha puesto a analizar las consecuencias prácticas de usar una u otra herramienta a la hora de leer. Primera conclusión: El cerebro retiene información de manera diferente dependiendo de si lees en papel o en e-book. Es decir, que la mayoría de nosotros no absorbe cierto tipo de información de los e-books como lo hace a partir de los libros impresos. Segunda conclusión: leer un libro en papel “invita” a la mente a concentrarse, lo cual es bueno para el cerebro de cualquier persona, pero especialmente para los cerebros en desarrollo de los niños.
Un e-book medianamente sofisticado permite hoy en día hacer lo que se llama “lectura no lineal”, es decir, con él es posible investigar el sentido o significado de las palabras, leer los comentarios que ha añadido el editor, buscar información complementaria, obtener imágenes relacionadas, etc. Es decir, entrar y salir del texto con facilidad. Todo lo cual nos lleva a pensar en textos no literarios, científicos, artículos o libros de no ficción en todo caso que no tienen nada que ver con el cuento, la novela, la biografía, etc., absolutamente ligados a una línea del tiempo. Dicen los expertos que para esta lectura lo mejor es el papel. Lo mejor, sin embargo, no debe llevarnos a elimina otras opciones: tampoco es cosa de hacer una raya y manejar drásticamente uno u otro formato según se trate de un tipo u otro de documento.
En realidad, el ideal, empezando por los más pequeños, es entrenar eso que se llama neuroplasticidad del cerebro que nos permite adaptarnos a casi todo y hacer lo posible para no dejar de lado uno y otro tipos de lectura. Algunos expertos llaman a esa habilidad “bi-alfabatetización”. En cuanto a los niños, vale la misma consigna: que practiquen ambos tipos de lectura porque el suyo es un cerebro mucho más plástico que el de los adultos.
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