sábado, 13 de septiembre de 2014

Sonreír es bueno, o no

Muchas veces se nos ha dicho que ante situaciones inesperadas o desconcertantes lo mejor es sonreír. Estás en una entrevista de búsqueda de trabajo o atendiendo a un cliente en el marco de tus obligaciones laborales y en caso de duda, de sorpresa o extrañeza sobre las verdaderas intenciones de lo que dice quien tenemos enfrente, lo mejor es sonreír y seguir adelante.


Aparte de esas situaciones poco habituales de las que se sale como se puede (sonriendo, por ejemplo), hay casos en los que, en el curso normal de la vida, nos vemos empujados a expresar nuestros estados de ánimo mediante los gestos de la cara, por ejemplo, mediante la sonrisa. La sonrisa es, por lo general, signo de felicidad o de alegría,  pero como este modo de expresarnos está tan acendrado en la sociedad, ocurre que muchos nos vemos obligados a sonreír y lo hacemos para enmascarar las emociones negativas o para intentar ser tan felices como quien frente a nosotros sonríe. “No estoy contento, no me sale sonreír, pero lo voy a intentar para ver si así alcanzo esa felicidad que se me niega”, dicen.

Por este camino uno puede acabar asociando “infelicidad” y “sonrisa”, asunto que nos lleva a una paradoja importante: sonreír puede dañar nuestro bienestar emocional, sobre todo, si éste es precario. Sencillamente todo depende de lo que motiva esa sonrisa. Personas poco dadas a la sonrisa sometidas a estudio por varios grupos de expertos aseguran que se sienten mal cuando por las circunstancias se ven obligadas a sonreír muchas veces. A éstos, verse obligados a sonreír con frecuencia es una manera de recordarles que no son felices.

De la sonrisa y de sus motivaciones no tengo una opinión elaborada, pero siempre creí que es una estupidez intentar ser felices por obligación, por real decreto, sobre todo, cuando éste proviene de fuera de nosotros mismos. La felicidad es cosa sencilla, pero no siempre es fácil. A veces hay que buscarla y esperar con paciencia a que llegue. Si la sonrisa es de verdad uno de los reflejos de la felicidad, mi pensamiento sobre la “nefasta felicidad obligatoria” es bien cierto.

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