jueves, 11 de septiembre de 2014

¿Qué comeremos mañana?

Hablo de 2050, de aquí a 30 ó 40 años, cuando el mundo sea significativamente diferente y la población mundial se haya duplicado o casi. Sólo este dato, el de la población multiplicada por dos, nos lleva a pensar en que algo gordo tiene que pasar si ahora, con los que estamos, no somos capaces de alimentarnos adecuadamente. Ciertamente, el futuro preocupa a muchos y la comida es uno de los factores que sale a flote enseguida cuando expertos o ciudadanos de a pie nos ponemos a especular sobre lo que nos depara el mañana.


En mi opinión la cosa está muy verde y la prueba es que, salvo en muy pocas cosas, los expertos lanzan afirmaciones tan dispares sobre el futuro de la alimentación que da la impresión de que hablan de mundos diferentes. Se habla mucho de la ingesta de insectos para segurar las proteínas (algo que ya practican millones de personas en decenas de países), y del cultivo in vitro de carne como salida a la imposibilidad de criar animales vivos en cantidad suficiente para cubrir las necesidades de la humanidad. Es pronto, y de momento, la “pega” es el precio, y si esa pega no desaparece (lo veremos en breve) las empresas cerrarán esa puerta.

Dicen los expertos que las reservas mundiales de pescado están agotadas hoy en un 30% y que es muy probable que en 2050 los peces sean artículos de lujo cultivados en criaderos, así que ya estamos volviendo la vista hacia las algas, una fuente alimentaria muy poco explotada hasta ahora (en Occidente, por lo menos) y que tiene un gran futuro.

Una cosa está clara: las personas no comen lo que quieren sino lo que pueden, y esa ley, aplicada a los países, determina el futuro muy seriamente. Hablemos, por ejemplo, de los países emergentes, que, a rebufo de la buena marcha de sus economías, empiezan a descubrir que tienen capacidad para comprar lo que hasta poco antes les estaba vedado. Ahora mismo varios cuentos de millones de personas viven en estos países y su desarrollo inmediato va a hacer que camben sus hábitos alimentarios, con lo que el mundo deberá dar respuestas a esas nuevas demandas y resolver los desajustes que producirán. Obviamente, querrán más y mejor carne, fruta, vegetales, etc., y habrá que producirlos.

Dicen los expertos que el cambio climático y la falta de agua concentrará los centros de producción de alimentos y que la agricultura, en la medida de lo posible, también para ahorrar gastos, se acercará a las ciudades. Y que muchos productos se encarecerán por esas mismas circunstancias, y que, por todo ello, los países volverán al proteccionismo de hace décadas. Ante el incremento de la biocontaminación, crecerán los controles con lo que los precios también subirán.

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