Hay un espacio en el que es posible afirmar que hombres, mujeres, viejos y jóvenes vivimos en condiciones de absoluta igualdad. Hablo del ámbito de las enfermedades no transmisibles (cadiovasculares, cáncer, asma, diabetes) que, como ya sabrás, son las principales causas de muerte en el mundo (el 63% del total de fallecimientos). Por lo general, estas enfermedades, además de por el envejecimiento, son motivadas por las condiciones de vida poco saludables (contaminación, mala alimentación, hábitos poco sanos, agua y saneamiento deficientes, etc.). Pues bien, ancianos, niños, mujeres y hombres somos vulnerables por igual a estos factores de riesgo.
No sólo todos los grupos de edad se ven afectados por estas enfermedades no transmisibles; también afecta por igual a todas las regiones. Y, pese a lo que pensamos en relación con la edad (más edad, más riesgo), tampoco es exactamente así, porque como señalan las estadísticas, muchas de esas muertes se producen antes de los 60 años.
Los factores de riesgo asociados a esas enfermedades son bien conocidos: la presión arterial (16,5%), el tabaco (9%), la hiperglucemia (6%), la inactividad física (6%) y el sobrepeso (5%).
Si esto es así, conviene recordar que hay algunas cosas que están en nuestras manos para ponerle remedio a estas enfermedades: la dieta, el tabaco, el alcohol y la actividad física deben estar en el punto de mira de nuestras preocupaciones. Aquí no vale mirar el nivel de ingresos, ni el grado de formación alcanzado para decidir si uno lleva una “buena vida” en este sentido. Esas circunstancias pueden ayudar para acceder a productos más saludables, pero detrás de cualquier medida está la decisión personal de quien desea mejorar sus circunstancias vitales.Así pues, la llamada es para todos: viejos, jóvenes, hombres, mujeres, todos corremos los mismos riesgos, todos nos ponemos a ello.
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