Esa puede ser la conclusión tras analizar la televisión que los menores de 14 años ven en éste y en otros países del mundo: uno, es razonable pensar (pese a que la discusión se puede eternizar) que, por término medio, los niños ven demasiada televisión; dos, la televisión que ven no solo es de poca calidad sino que, muy a menudo, se salta las rayas rojas que las autoridades competentes han establecido para definir lo que sí y lo que no son contenidos adecuados para ciertas edades en determinadas franjas horarias. En este país, por ejemplo, hay una ley que delimita Un “horario de protección genérica” para la infancia y la juventud y ciertas “franjas de protección reforzada” con las que se protege específicamente a los menores de 13 años.
Es cierto: la media de horas que los niños pasan ante el televisor es excesiva. Fíjate en estos datos: los menores de 4 a 12 años dedican una media diaria de dos horas y media a ver la televisión. Demasiado tiempo, ¿no? Sigo: esa media, que es genérica, contiene a su vez los datos de ciertos subgrupos muy importantes que superan el dato anterior: los niños cuya jornada escolar es de 5 horas diarias pasan ante el televisor una media de tres horas y media cada día. Sin comentarios.
El problema como digo es general y, globalmente, las administraciones no hacen demasiado por arreglar las cosas. A veces, como mucho, se limitan a poner una sanción económica que en ningún caso supone un quebranto verdadero allí donde más duele a las empresas: la caja.
Fíjate si será general que el otro día leí en la prensa las declaraciones de un alto directivo de una potente operadora latinoamericana. Decía: “Nuestro negocio es el entretenimiento, la cultura no es nuestra función”. Y se quedó tan tranquilo…
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