viernes, 8 de agosto de 2014

Ruido y sociedad


Nos encontramos en una sociedad ruidosa; todo lo que fabricamos, transportamos e incluso cuando nos divertimos genera ruido.

Si estuviéramos en el patio de un colegio y no oyéramos el bullicio de los niños nos preocuparíamos mucho, como es lógico. Los más pequeños, en sus juegos, y cuando son más de tres o cuatro pueden generar un nivel de ruido cercano a los 80dB. Los mayores superamos este nivel de ruido como por ejemplo: si asistimos a un estadio de futbol y algún lance del juego presenta ocasión de gol o el arbitraje algún desacierto, entonces las expresiones de júbilo o desaprobación del público se convierten en una atronadora explosión de ruido; este puede llegar a los 90dB.

Estas situaciones no molestan a nadie de los que se encuentran en los escenarios descritos, ni a los niños, ni al profesorado en el patio del colegio y menos aún al público espectador del estadio deportivo que describíamos.

Por otro lado, entre los vecinos de las casas contiguas al patio escolar o los que viven cerca del estadio deportivo, entre ellos hay opiniones contrapuestas. Todas bien argumentadas, de forma concienzuda, unos dicen que es normal ese ruido y otros opinan que es excesivo. Es decir diversidad de opiniones.

Es curioso, parece claro que el ruido no es mucho ni poco, es agradable o desagradable para el receptor. Entonces es subjetivo y para satisfacer las subjetividades los límites acústicos son difíciles de establecer, porque los ruidos se distinguirían en agradables o desagradables. Mejor dicho, aceptables o inaceptables. Es decir, en un avión el ruido de los motores es “melodía” para el viajero porque el “silencio” sería inaceptable. Por el contrario, para el residente cerca de un aeropuerto, el ruido del avión tiene otra subjetividad y si además cuando él o ella viajan lo hacen en tren el asunto se complica. Que por cierto también hacen ruido, menos para el que viaja en el vagón.

Lo más sorprendente es que en nuestro tiempo de sosiego vacacional el ruido también destaca en algún ambiente, como por ejemplo; una piscina con su correspondiente solárium, donde los juegos ruidosos no se permiten y si acaso a lo lejos se oye el golpeteo de la pelotita contra la pequeña pala playera de madera. Aquí, que es un lugar tranquilo y silencioso, el ruido supera los 80dB.

La fotografía que incorporo pertenece a un foco acústico que llega a 82dB. ¡Es curioso y sorprendente! ¿O no?



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