Esto no es medicina-ficción. Es de sobra sabido que ciertos medicamentos se administran con el fin de modificar aspectos de la personalidad o de la conducta del paciente. Esos medicamentos están ahí y, de alguna manera, se encargan de modificar las funciones cerebrales del sujeto y consiguen que, una vez administrados, estemos ante “otra persona”. En general, los médicos recetan estos medicamentos para mejorar la vida de los pacientes, por eso digo que se trata de píldoras que nos hacen “buenos” o “mejores”. En cualquier caso lo que nos hacen es distintos, y ello nos obliga a adentrarnos en el terreno de la ética y de la moral.
La cuestión es, para complicar las cosas, que el concepto de “lo moralmente bueno” es muy amplio y en ocasiones contradictorio, dependiendo de la cultura y del medio en el que cada cual ha crecido y vivido. Así que, de momento, mucho cuidado con las intenciones con las que se administran estos medicamentos; mucho cuidado porque no hay garantías sobre las bondades universales de una píldora que se nos vende como capaz de hacernos tomar mejores decisiones en el terreno de la justicia o de la moral.
Ahí está la oxitocina, también llamada “molécula moral”, esencial para la estabilidad emocional y para combatir la ansiedad, el estrés, las fobias, los miedos, etc. La oxitocina, dicen, hace crecer nuestra confianza y mejora nuestra capacidad de empatía y de cooperación, aunque ciertos científicos la asocian también con sentimientos negativos, como la envidia. ¿Deberíamos tomar todos una buena cucharada de oxitocina por las mañanas?
Ahí está la serotonina, que algunos denominan “hormona de la felicidad”, absolutamente ligada a nuestro estado emocional y muy importante en el terreno de la toma de decisiones. Cuando la serotonina actúa adecuadamente, nos sentimos bien. Cuando no, aparecen las depresiones, las jaquecas, la ansiedad, el pánico, los trastornos de bipolaridad, etc. La pregunta que me viene es la misma que la que se remata el párrafo anterior.
Mi duda es simple pero radical: yo quiero seguir siendo yo, quiero hacer uso de mi voluntad y no perder mi capacidad de tomar decisiones. Me temo que por el camino de las píldoras es posible que mis decisiones sean mejores y que este que escribe también sea “mejor”, aunque tengo la certeza de que “ése” no seré yo y, por lo tanto, mi vida dejará de ser lo que ahora es.
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