Un avión en vuelo, en última instancia, no es más que un contendor hermético cargado de personas (pueden llegar a ser varios cientos) que, en tanto dura la travesía (pueden ser muchas horas), interactúan con todo lo que se pone a su alcance. Por otro lado, el aire que respiran se “depura” siempre dentro de un circuito cerrado, todo lo cual hace que, para bien o para mal, las personas allí encerradas estén expuestas a la acción de todo tipo de agentes patógenos (por ejemplo, bacterias).
Un grupo de investigadores ha elaborado, por cuenta de las propias compañías aéreas, un estudio para analizar qué gérmenes “viajan” en los aviones. Me resulta curiosa la primera conclusión: hay más gérmenes en los bolsillos que encontramos en el respaldo del asiento que nos precede que en el picaporte que abre y cierra el baño de la aeronave. Así que, de momento, mucho cuidado con esos bolsos infames que nadie limpia y que aparecen llenos de revistas y otros papeles que han manoseado decenas de personas antes que tú. Estos analistas se centraron para su estudio en aquellas superficies del avión que por razones obvias están más expuestas al contacto humano: apoyabrazos, bandeja de plástico, picaporte del baño, cortinas de ventana y asientos. Otra de las cosas que han descubierto es que el “clima” de los aviones sienta bien a ciertas bacterias: algunas de ellas sobreviven hasta una semana, tiempo muy superior al que aguantan en otros ambientes. Ponen como ejemplo la bacteria MRSA, resistente a los antibióticos, que sobrevivió siete días en el bolso revistero del asiento.
Si bien es cierto que conviene tomar precauciones, también es verdad que esto puede llegar a ser una cosa de locos, y lo comprobaremos el día que veamos aeropuertos y aviones llenos de gente con guantes y mascarillas.
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