¿Te gustan las zanahorias feas?

No tienes más que entrar en el súper o en una frutería. La imagen se nos ha hecho tan habitual que a nadie sorprende, por ejemplo, que todas las manzanas Fuji (por decir una clase) de la caja tengan exactamente el mismo color, el mismo calibre, el mismo brillo, (casi) el mismo peso, y, si te descuidas, las mismas calorías. Es lo que se lleva: “fabricar” en serie frutas y verduras sometiendo la naturaleza a nuestros gustos e intereses. Quien vive en el campo o tiene una huerta (o un amigo con huerta) sabe de sobra que, por ejemplo, las zanahorias, dejadas a los vaivenes del clima y del suelo, son muy suyas y, cuando las recolecta descubre lo obvio: que no hay dos iguales.

Esa tontería que nos ha llevado a manipular los alimentos en su proceso de crecimiento (por cierto, consiguiendo que las cosas no sepan a nada), con la explicación de que es lo que se demanda, que el mercado nos lleva por ahí, etc., esa tontería, digo, tiene unos efectos colaterales sencillamente vergonzosos. Todas aquellas frutas y verduras que se salen del estándar se destruyen. Apunta el dato: cada año, el 30% de la producción de frutas y verduras en el mundo se destruye generando pérdidas que pueden alcanzar el billón de dólares.

Me ha interesado saber que varias de las más importantes cadenas francesas de supermercados han puesto en marcha (empezando por unas pocas tiendas, claro) una campaña para sacar a las estanterías esas frutas y verduras feas, que se salen de la norma y que, naturalmente, tienen exactamente las mismas cualidades que las demás. Salen, como digo, a las estanterías y lo hacen en plan estrellas, llamando la atención, y con un 20-30% de descuento en el precio como reclamo para eliminar los reparos que algunos puedan tener. Aunque, por lo que leo, la maniobra ha tenido un gran éxito, y de reparos, pocos o ninguno. A ver si aprendemos.

Categoría: Fidel Presa , Vida inteligente