Charles William Beebe (1877-1962), naturalista, explorador e investigador estadounidense, está en los libros de ciencias naturales por sus muchos logros y descubrimientos, pero, con la perspectiva de los años, es posible decir que uno de sus aciertos fue contratar a Gloria Hollister para trabajar junto a él en la Sociedad Zoológica de Nueva York. Hablo de acierto porque la Hollister, zoóloga a su vez, demostró con sus investigaciones y su sentido de la aventura científica estar a la altura de su mentor. Todo tiene que ver, como era de esperar, con las reticencias que el hecho de contratar a mujeres en esa institución provocó en ciertos ambientes sociales y en algunos medios de comunicación de la ciudad. Beebe cortó la polémica por lo sano cuando dijo que lo que más importaba en un investigador es “lo que está por encima de las orejas.”.
Gloria Hollister desarrolló nuevas técnicas para el análisis de muestras al microscopio y, a imitación de su jefe que navegó por Galápagos y otros lugares, viajó por la Guayana analizando el comportamiento de diversas especies tropicales. También como Beebe, descendió a las profundidades marinas en la batisfera que éste y Otis Barton habían diseñado en 1930. De hecho, Hollister descendió en 1934 hasta los 1.208 metros bajo la superficie del océano batiendo el récord de inmersión en cualquier medio realizado por una mujer hasta ese momento. Estas inmersiones, cuyo fin era estudiar la vida submarina, aportaron descubrimientos como el de la existencia de peces por debajo de los niveles a los que llega la luz solar. La batisfera es una esfera sellada herméticamente diseñada para resistir en aguas profundas. A diferencia del batiscafo, no tiene motor por lo que desciende por su propio peso sujeta a un cable de acero.
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