Hay evidencias que demuestran que las lavadoras “comen” calcetines. Cualquiera ha descubierto más de una vez que, pese a haberlos metido en el tambor bien emparejados, al terminar el programa de lavado alguno de ellos sale desparejado. Todo un misterio que de momento no tiene solución. Lo que no es sino una broma muy extendida ha pasado a ocupar de muy distintas maneras el tiempo y la creatividad de muchas personas. Por ejemplo, hay quien, buscando una explicación, sugiere que esos calcetines volátiles acaban todos (no sabemos cómo) de vacaciones en paraísos tropicales, lugares donde nadie necesita calcetines. Otros llevan su preocupación a las redes sociales y así hay una asociación (Missing Sock) cuya página de Facebook cuenta con más de 80.000 fans.
Hay, sin embargo, quien camina por senderos un poco más serios. Por ejemplo, un diseñador de moda brasileño asentado en París ha creado una asociación que se dedica a recoger estos calcetines y a reciclarlos con objeto de fabricar jerseys, chaquetas, bufandas y gorros empleando a personas en situación de marginalidad y a estudiantes que quieren aprender la técnica del tejido con agujas (actividad en auge, por cierto). Otro ejemplo de gente con ojo: cierta empresa es consciente del problema y ha optado por venderlos en tríos (en vez de por pares), lo que, llegado el caso, permite seguir usándolos.
De cualquier manera, un par de recomendaciones: si te pasa muy a menudo, opta por lavarlos atados entre sí, o, como se hace con otras prendas, recogidos en una red para que no tengan modo de separarse. Resumiendo: no los minusvalores. Préstales un poco de atención porque, si lo piensas bien, son los encargados de recoger tu moral los días en que se te cae a los pies. Los calcetines: la última trinchera de nuestra integridad y de nuestra autoestima.
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