domingo, 8 de junio de 2014

Debo controlar la ira

Dice el diccionario que la ira es una pasión del alma que causa indignación y enojo, furia o violencia. Los psicólogos explican que se trata de una emoción humana que se genera como respuesta a una amenaza (cualquier tipo de amenaza). También dicen que tiene aspectos positivos en cuanto que su finalidad es darnos fuerza para protegernos y poder sobrevivir. Sea lo que sea la ira, tenga o no componentes positivos, una cosa está clara: cuando la furia se nos va de las manos, nuestra salud entra en zona de riesgo. Para ser más precisos, un profundo estudio realizado por un equipo de la Universidad de Harvard (EEUU) ha concluido que son claves las dos horas siguientes al arrebato porque durante ese tiempo el riesgo de ataque cardíaco se multiplica por cinco y el de lesión cerebrovascular se triplica. El dato puede resultar preocupante para muchos, pero, quien más quien menos, se lo imaginaba… Y, evidentemente, la solución es calmarse, superarlo, relajarse y todo eso, como si fuera tan fácil como decirlo, cuando está claro que de fácil no tiene nada.

Estos mismos médicos no dan recetas mágicas (no existen), pero sí proponen algunas estrategias para tener el asunto bajo control. De entrada, aseguran que es bueno conocer al detalle los riesgos a que nos sometemos en situaciones de ira. Es decir, el cabreo te puede dejar satisfecho, pero el ataque al corazón al que te expones es un precio demasiado alto. Cuando te veas sometido a un ataque de ira (o después) analiza los factores desencadenantes; si los identificas podrás evitarlos. Imagina que descubres que te enfureces más cuando estás muy cansado, o en los atascos de tráfico…

Además, cosas tan socorridas como contar hasta 10 (o hasta cien); respirar muy profundamente; repetir palabras o frases al modo de los mantras, que en determinadas creencias tienen algún poder psicológico/espiritual; visualizar experiencias relajantes; escribir, dibujar, garabatear; echar mano del humor, de algún pensamiento divertido; moverse, andar, correr; verbalizar la situación; etc. Es decir, cosas que están exclusivamente en manos de cada uno (nadie va a venir a remediar nuestro enfurecimiento) y que son, no lo olvidemos, beneficiosas para nuestra salud.

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