Exagerando un poco, el colmo sería salir de un centro comercial, ir al aparcamiento y pasar un rato largo buscando el propio coche porque, habiendo olvidado el lugar exacto donde lo hemos dejado, dudamos entre este y aquel dado que todos se parecen. Menos mal que nos queda el chivato de la llave. Es lo que dice un experto de cierta revista especializada: “Tengo muy poco interés por los coches nuevos, sobre todo porque todos parecen salidos del mismo molde. Bien hechos sí están, pero todos son aburridos en términos de diseño”.
En primer lugar, hay una serie de cuestiones en las que, de momento, se impone la uniformidad: el adecuado diseño de los frontales en función de la seguridad de los peatones; parabrisas y ventanas cada vez más pequeños por razones de seguridad (“a veces da la impresión de que vas sentado en un búnker”); mínimo coeficiente de fricción para economizar combustible, etc. La aerodinámica está tan en el punto de mira de los diseñadores que en poco tiempo veremos desaparecer los espejos retrovisores exteriores, según esos expertos.
En estos tiempos manda la economía. Por un lado, nadie duda en “copiar” (con ligeras variantes) el modelo de la competencia que triunfa en las listas de ventas; por otro, los problemas comunes llevan a las marcas a adoptar soluciones similares puesto que la crisis global y la necesidad de vender hacen que la creatividad se arrincone a la espera de mejores tiempos.
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