martes, 15 de abril de 2014

Tecnología para mujeres

El CES (Consumer Electronics Show) de 2014, escaparate mundial de la tecnología que cada año se celebra durante el mes de enero en Las Vegas, sirvió este año para demostrar una vez más que ciertas empresas tienen ideas peculiares sobre el universo femenino, es decir, sobre lo que significa hoy ser mujer y, específicamente, sobre su actitud a la hora de adquirir tecnología. Para ser precisos, eso que denominamos “ideas peculiares” no son otra cosa que prejuicios.

Por ejemplo, sigue habiendo marcas que dan por hecho que las mujeres buscan productos rosas y/o con muchas flores. Esas compañías, evidentemente, no distinguen entre mujeres adultas, que ganan su propio dinero y desean que lo que las rodea refleje su estatus y su nivel de madurez (como en el caso de los hombres), y niñas escolarizadas, dependientes del dinero de sus padres y mediatizadas por las modas.

De otra parte, hay empresas empeñadas en demostrar que las mujeres, en esto de la tecnología, sólo compran objetos que tengan la forma o el aspecto de otros objetos. Me explico. Se ven por ahí cargadores con forma de pintalabios, fundas de teléfono con aspecto de bolsos o de calcetines, teléfonos con forma de zapato… En general, un insulto a la inteligencia, eso sí, disfrazado de creatividad.

En Las Vegas se han visto multitud de productos destinados a las mujeres dotados de una alarma personal, una especie de bocina anti-agresión¸ que, entre otras cosas, da por sabida la debilidad de las mujeres a la vez que la seguridad y hombría de los hombres (para ellos no hay alarmas), y que las mujeres, en caso de ser agredidas, van a sentirse más seguras si la funda de su portátil silba.

En mi opinión, más allá de los prejuicios (que es lo más grave de todo esto), las empresas demuestran un extraño empeño en vender mal sus productos. Porque, mucho cuidado con el dato, las mujeres, estadística en mano, manifiestan mucho más interés que los hombres en comprar tecnología. Eso es así hoy en día y lo era hace diez años. Las mismas estadísticas aportan otro dato de interés: las mujeres tienen más interés pero menos prisa; ellos adoptan enseguida todo lo nuevo. Ellas, en cambio, esperan lo que haga falta hasta conocer los auténticos beneficios del producto.

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