domingo, 27 de abril de 2014

Nuevos datos sobre el bullying

Todos conocemos y usamos la palabra bullying, aunque no estaría de más que empleáramos otras propias del castellano como "acoso o intimidación en el entorno escolar". Algunas investigaciones recientes demuestran que el acoso escolar deja huella en los cuerpos y en las mentes muchos años después de que la agresión haya terminado. Otra idea: la severidad de los efectos negativos prolongados en el tiempo está en relación directa con la duración de la agresión, como es lógico. Y una más: los hijos de padres agresivos, enfurecidos o tensos (intemperantes sería la palabra que lo resume todo) son más propensos a practicar el acoso con sus iguales.

Este estudio, del que entresaco sólo las ideas fundamentales, refuerza los argumentos de quienes insisten en la intervención temprana en cuanto se detecta una agresión o acoso. La pregunta, como siempre, es ¿qué pueden hacer los padres o tutores para ayudar a sus hijos en tales casos? En primer lugar, parece interesante que los padres hagan esfuerzos por mantener o mejorar los canales de comunicación con sus hijos. Cuando la comunicación no existe, urge recuperarla. Como sea, siempre que se desee de verdad resolver un problema de este tipo. Es muy recomendable que los padres y madres estén muy atentos a los rastros físicos del posible acoso: moratones, rasguños, arañazos, desgarros en la ropa, destrozos en el material escolar, etc. Hay, además, otras señales, éstas más sutiles, que también conviene detectar: tristeza, cierto grado de depresión, nerviosismo, sueño inquieto, negativa a ir a la escuela, etc.

Según los expertos, los padres deben en todos los casos estar muy atentos a éstas (y a otras) señales para descubrir con premura los casos de acoso escolar, pero la vigilancia debe ser máxima cuando los menores forman parte de alguno de los llamados grupos de riesgo. Niños obesos, con discapacidades, poco hábiles en ciertas destrezas (deporte...), de razas minoritarias, de diferente orientación sexual, etc. Según las observaciones de estos expertos, muchos de los niños que no se ven afectados directamente por el acoso escolar son, sin embargo, conscientes de lo que está pasando y, de alguna manera, se ven también concernidos. A ellos hay que darles también la oportunidad de hablar y explicarles que contárselo a quien corresponde (profesores, dirección del centro escolar, etc.) no los convierte en chivatos.

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