Tres investigadores de la Universidad de Arizona (EE UU) llevan tiempo trabajando sobre los efectos de la publicidad sobre los consumidores y, especialmente, sobre cómo los adultos somos menos o nada críticos con aquellos productos de cuya publicidad se alimentó nuestra infancia. Ocurre que, una vez adultos, cuando vemos el producto o la publicidad que en su momento nos encandiló, nos vemos empujados a comprarlo. Si la influencia fue grande, ese apego sentimental al personaje y al producto no se borra en la vida.
Puede ocurrir que, ya de adultos, nos hayamos vuelto exigentes con lo que comemos, y dediquemos tiempo a analizar con detalle las etiquetas de los productos antes de depositarlos en la cesta. Puede ocurrir. Pero los estudios demuestran que en un gran porcentaje de consumidores, incluso de los muy concienciados, ese interés se relaja ante los productos que nos remiten a la infancia de modo que los adquirimos sin grandes análisis previos.
Sucede, dicen los expertos, que ponemos a un lado los valores nutricionales y otras consideraciones (lo racional) y nos dejamos llevar por los sentimientos, y así lo relacionado con nuestra niñez se presenta ante nuestros ojos como más saludable. No es preciso darle muchas vueltas al asunto para descubrir que los publicitarios y los profesionales del marketing, cuya misión es vender (no lo olvidemos), juegan con esa parte irracional de la que muy a menudo no somos conscientes.
Sin que el acto de comprar se convierta poco menos que en unas maniobras militares, sí que parece interesante hacer un esfuerzo por no dejarnos llevar por esa mezcla de sentimientos y añoranza, y comprar siempre (siempre) conforme a lo que nos conviene: hablo de salud. Con los niños y jóvenes nos toca una labor de concienciación a largo plazo: explicarles el sentido y el propósito de la publicidad, desarrollar en ellos el sentido crítico, ayudarles a distinguir los valores positivos de la publicidad (información, creatividad, humor) de lo que realmente nos interesa como consumidores, que no siempre coincide con aquella. Un trabajo difícil porque la presión mediática y social es de gran calibre; un trabajo difícil cuyos frutos se dejarán ver el día de mañana, cuando esos chavales sean adultos…
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