Los Surui son una tribu de algo más de 1.200 miembros que ocupa un espacio de 2.500 kilómetros cuadrados de selva tropical en plena cuenca amazónica, al noroeste de Brasil, cerca ya de Bolivia. En su peor momento, la tribu llegó a contar con apenas 250 componentes. La cuestión es que este grupo humano, cuyo primer contacto con el “hombre blanco” tuvo lugar en 1969, es decir, hace 45 años escasos, se ha propuesto luchar por el mantenimiento de su hábitat tropical, sin abandonar el arco y las flechas con las que cazan, utilizando las más modernas tecnologías: de hecho, disponen de GPS, teléfonos móviles, ordenadores, etc., que utilizan para documentar y denunciar las tropelías que se cometen en su territorio, fundamentalmente por parte de los madereros ilegales.
Almir Surui Narayamogo es el nombre del Surui que lidera esta modalidad de autodefensa. Estudiante de biología en la universidad, viajero incansable, hace siete años llamó a la puerta de Google con la intención de pedir ayuda y equiparse de herramientas y conocimientos informáticos para dar a conocer al mundo la historia de su pueblo, su cultura y los retos que se le presentaban. También pretendía denunciar ante las autoridades la presencia de madereros ilegales, el enemigo que tala árboles y hace peligrar la integridad de su territorio y, por eso mismo, su futuro. Desde entonces, previo período de adiestramiento, con la ayuda de Google Earth, controlan el territorio y, mediante el resto de herramientas, denuncian en tiempo real ante la policía federal y la Fundación Nacional del Indio cualquier ilegalidad.
La pregunta puede ser la siguiente: ¿Qué provocó la reacción de Google para colaborar con un insignificante pueblo del continente sudamericano teniendo en cuenta que en ningún caso se trataba de un negocio? Aparte del ejercicio de responsabilidad social que supone tal gesto (que las grandes empresas cultivan por solidaridad y/o por interés), representantes de la propia compañía reconocieron que Almir les había cautivado con una sencilla frase que era a la vez un argumento y un reto: “Los Surui no sabemos de tecnología, pero Google no conoce la selva”. Enseguida supieron que se hallaban ante una experiencia enriquecedora.
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