domingo, 23 de marzo de 2014

Empleos bajo sospecha

Empecemos hablando de informática. La ley de Moore (formulada en 1965 por Gordon Moore, fundador de Intel)  expresa que aproximadamente cada dos años se duplica el número de transistores contenidos en un circuito integrado. Es decir, cada dos años los circuitos integrados duplican su capacidad. Hay quien formula esta ley de otra manera: el incremento de la capacidad de los ordenadores cada dos años es igual al acumulado desde el principio de su existencia hasta ese punto. Si volvemos a leer con detenimiento esta última líneas, estaremos de acuerdo en que ninguna tecnología ha avanzado a esta velocidad desde el principio de la historia.

Empleando un lenguaje asequible incluso para los profanos, es muy socorrida y muy gráfica esa historia tantas veces oída: vas a una tienda, compras el modelo más avanzado de computadora, vuelves a tu casa y la enciendes por primera vez. Pues bien, en ese lapso de tiempo se acaban de dar a conocer los detalles y la publicidad de otra computadora mucho mejor y más avanzada que la tuya. Eso es lo que viene a decirnos Moore.

A estas alturas, lo mismo da que el aserto de Moore sea rebatible en todo o en parte. Lo que nadie pone en duda es la velocidad de los cambios que esta tecnología soporta y soportará (por lo menos, durante algún tiempo). Algo, como se ha dicho, nunca visto en la historia. Pero hay otro matiz que también es novedoso y que, por inesperado, genera incertidumbre. Hablo del efecto de estos cambios sobre una ingente cantidad de empleos. Efectos negativos, digo. De repente, estamos descubriendo que aquí no se libra nadie y que los robots ocupan a marchas forzadas los puestos de trabajo de infinidad de profesionales. Fabrican componentes, montan vehículos, rellenan impresos, nos dan dinero, diagnostican enfermedades, contestan a tus llamadas, etc., sin la presencia humana. A la espera de que se adecue la legislación, ya circulan sin problemas coches sin conductor. Y así sucesivamente hasta cubrir áreas productivas que hace cuatro días parecían irremediablemente reservadas a las personas. Aquí no se libra nadie: casi ningún profesional puede/debe sentirse rutinariamente seguro en su trabajo porque el cambio, vista la velocidad a la que ocurren las cosas, está al caer.

El futuro solo es uno: incrementar el volumen de población que interactúe bien con las nuevas tecnologías, lo que nos lleva al campo de la educación: se trata de educar la creatividad, las habilidades abstractas, de fomentar el espíritu analítico-crítico, la capacidad de extrapolar conocimientos, etc. Hay quien propone esta secuencia: aprender, imaginar, crear, innovar, compartir. Un asunto serio…

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