Explica San Mateo en el capítulo 6 de su evangelio cómo deben conducirse los cristianos a la hora de hacer caridad: “Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.
Hoy en día, en una sociedad occidental donde la religión tiene menos peso que hace décadas (y siglos), se habla más de altruismo, de filantropía, de responsabilidad social, etc., en detrimento de términos como caridad y limosna, pero es igual de cierto, como en todas las épocas, que muchas personas sienten dentro de sí una pulsión que les lleva a ayudar a los demás (llámese como se llame), con independencia de que los estados y organismos públicos se hayan hecho cargo de ciertas parcelas de la asistencia a quienes lo necesitan. Es preciso decir también que, hoy como ayer, no faltan oportunidades para ejercer lo que muchos consideran simplemente un deber.
La cuestión es que el acto de ayudar, de dar de lo tuyo a los demás, de convertirte en donante, es hoy en día un acto social sobre el que hay cierto debate porque sigue pesando sobre el asunto la cuestión del anonimato. Según algunos teóricos, el altruismo es un comportamiento egoísta porque, en última instancia, sirve para que el donante engorde su reputación, algo que, a la larga, le reportará beneficios. Para esos, donar sería algo así como un nuevo modo de inversión… De hecho hay por ahí estudios que demuestran que las donaciones aumentan cuando se publican los nombres de los donantes.
Hay teóricos, en cambio, que sugieren que el anonimato es una conducta conscientemente escogida por otros que, a su vez, también le ven ventajas, aunque de otro tipo: hay una corriente de opinión que sugiere que cuando una persona actúa públicamente con generosidad hace que los demás se sientan mal y le miren con mal ojo. Estas personas ocultarían sus buenas obras por temor a la censura social, cuestión que, indirectamente, también tendría repercusiones económicas…
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