Obviamente, son los atletas los primeros que le han visto las orejas al lobo y, sin esperar a clausurar los Juegos de Sochi, se han organizado para hacer saber a las autoridades mundiales que, en efecto, las Olimpiadas de Invierno tal como las conocemos hoy en día están en riesgo de desaparecer. Hablo, naturalmente, del cambio climático y, por explicarlo con una imagen, del desconcierto que genera ver cómo los esquiadores de fondo que han competido en Sochi salían a la pista en manga corta o en tirantes mientras el termómetro no bajaba de 15ºC. No es preciso decir que la nieve utilizada era artificial o, una novedad por parte de los rusos, nieve previsoramente almacenada desde el invierno pasado puesto que esto se veía venir. Por lo visto, los y las atletas que han competido en Sochi han elaborado un escrito con objeto de hacer oír su voz en la próxima Cumbre del Clima de Naciones Unidas que tendrá lugar en París en 2015.
Hay datos verdaderamente significativos: alguien se ha molestado en estudiar la “situación climática” de las 19 ciudades/regiones que han sido sede de los Juegos de Invierno antes de Sochi en 2014. De ellas, sólo 10 podrían repetir en 2050 teniendo en cuenta las previsiones en cuanto a incremento de las temperaturas. En 2100, siempre según los mismos pronóstico, sólo 6 antiguas ciudades sede podrían volver a organizar los Juegos.
Los curiosos de la historia, ésos que miran con lupa la marcha de los acontecimientos, están viendo cómo este proceso no es nuevo, y nos recuerdan que la inseguridad de las temperaturas, además de otras, es la razón de que desde 1952 el hockey, el patinaje y otras pruebas olímpicas se celebren bajo techo; que desde 1972 las pistas de bobsleigh y demás especialidades de deslizamiento (luge y skeleton) tengan lugar en pistas refrigeradas; que las rampas de saltos de esquí también lo estén desde 2010; etc., etc. Por cierto, los cañones de nieve artificial se inventaron en 1992.
Luego está la reflexión sobre el futuro de un deporte de práctica tan incierta y sobre el futuro del negocio montado en su entorno. Es cierto que algunas grandes ciudades disponen de instalaciones para practicar el esquí bajo techo a lo largo de todo el año, pero los especialistas creen que no son el camino adecuado para fomentar la afición y para conseguir que las nuevas generaciones se inicien en estos deportes.
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