No es mi intención hacer propaganda a favor o en contra de nada ni de nadie. Fundamentalmente, porque la OMS, un organismo de cuya imparcialidad no dudo, me dice que, por el momento, no dispone de datos para inclinarse por uno u otro alimento. Sí me dice expresamente que consuma mantequilla y margarina (ambas) con comedimiento porque las dos contienen grasas que, en exceso, son incompatibles con una dieta saludable. De otra parte, en la página Web de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) leo argumentos muy similares. Así pues, por acabar con un debate que ni siquiera he planteado, me quedó con la frase que en su momento dejó para la historia un famoso experto dietista norteamericano: “En relación con el debate mantequilla vs. margarina, diré que me fío más de las vacas que de los químicos”.
Me ha divertido, en todo caso, conocer la historia de la margarina y a eso vengo. Por ejemplo, saber que fue Napoleón III, en la segunda mitad del siglo XIX, el que ofreció una recompensa a quien creara un sustituto de la mantequilla (muy cara) con objeto facilitar alimento barato a las clases menos pudientes y al ejército; saber que un químico francés creó y patentó en 1869, a partir del descubrimiento previo del ácido margárico, un producto que denominó margarina y que se llevó el premio; y que alguien, desde Holanda, mejoró la fórmula y añadió al producto un colorante amarillo que le dio el aspecto definitivo similar al de la mantequilla y consiguió introducirlo masivamente en el mercado.
En EE UU y en Canadá la margarina soportó su particular calvario hasta que fue aceptada con todas las consecuencias. Los empresarios de la industria láctea presionaron a los respectivos gobiernos para que gravaran su venta con impuestos especiales e, incluso, para que declararan ilegal la margarina teñida con colorante (para que así tuviera peor aspecto y se vendiera menos). Los fabricantes de margarina contraatacaron vendiendo la margarina y el colorante por separado e invitando a los consumidores a que hicieran ellos mismos la mezcla. Etc., etc. En EE UU llegó a estar prohibida en 30 estados, y, lo que son las cosas, tal como ocurrió con el alcohol y la famosa “Ley seca”, la misma prohibición hizo que se disparara su consumo. Eso y la Primera Guerra Mundial, momento en que no les quedó otro remedio que abrir la mano debido a la escasez de producto lácteos que debieron soportar. Algo similar ocurrió años después, durante la Segunda Gran Guerra, circunstancia que provocó la definitiva derogación de todas las leyes anti-margarina. ¡Lo que es la vida!
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