Hablaré de los juguetes de LEGO, aunque no tengo intención de hacer propaganda de la marca porque, en mi opinión, no la necesita. Así que no hablaré de que se trata de una empresa danesa fundada en 1932, ni de que su actual propietario es nieto del fundador. Tampoco hablaré de que venden sus productos en más de 130 países, ni de que dan trabajo de modo directo a más de 10.000 personas. Por supuesto, no haré referencia a que LEGO, la marca del brick de colores, es la tercera empresa juguetera del mundo en cifras de ventas, ni a que el término LEGO es la abreviatura de otras dos palabras danesas: “leg godt”, que significan “jugar bien”, de manera que LEGO es más que un acrónimo o una marca; es la expresión de un objetivo, de un deseo, de un ideal.
Sí quiero hablar, en cambio, de la característica fundamental de estas piezas encajables, de colores, anodinas en sí mismas, que, a impulsos de la creatividad y de la imaginación de quien las utiliza, pueden convertirse en la construcción más sofisticada que imaginar podamos. Jugar sin reglas, sin cortapisas, dejándonos llevar por la curiosidad, consiguiendo materializar lo que al principio era sólo una idea, es poner en pie eso tan importante que llamamos creatividad. LEGO aúna diversión y aprendizaje, y estimula la atención, todo ello, como digo, sin otro elemento que una pila de bloques de plástico dispuestos a transformarse en lo que nosotros queramos.
Leo lo escrito hasta este momento y no veo referencias a la dicotomía niños-niñas, tan visible en otros juguetes, donde el rosa y el azul tienen destinatario, y donde no es lo mismo regalar una muñeca que un campamento indio. En el supuesto de que esos estereotipos (juguetes para ellos, juguetes para ellas) refuercen los roles sexistas que luego se dejan notar en la edad adulta, LEGO se salta limpiamente esas diferencias de género y entrega a ellos y a ellas juguetes unisex, en los que los límites están en la mente y las manos de quien los usa, independientemente de si es niño o niña.
Acabo de ver en Internet un anuncio de LEGO publicado en 1980 donde ya avanzaban sus intenciones. A toda página, una niña pelirroja con vaqueros y playeras juega y nos ofrece unas piezas de construcción de LEGO mientras nos mira directamente a los ojos. Con la mentalidad de hoy, puede parecernos un anuncio normal, pero en 1980 nadie hablaba de roles ni de sexismo ni de igualdad de género…
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