La igualdad entre hombres y mujeres en el deporte no es sino una
variante más de las muchas que componen eso que llamamos “igualdad de
género”. Como en otros campos de la vida, se puede afirmar que, en pleno
siglo XXI, las mujeres y las niñas siguen discriminadas en el ámbito
del deporte. Empezando por la propia práctica deportiva, se sabe que en
Europa hacen deporte por lo menos una vez a la semana el 37% de las
mujeres frente al 43% de los hombres. Hay ámbitos donde la
discriminación es flagrante: mujeres que ocupen alguna función ejecutiva
en los órganos rectores del deporte, e, incluso, mujeres entrenadoras,
no alcanzan a cubrir el 10% de los puestos. En cuanto a salarios, la
realidad es la misma: las entrenadoras ganan menos por hacer el mismo
trabajo que ellos y lo mismo cabe decir de las deportistas. Para rematar
la panorámica, está el oscuro problema del acoso sexual al que sobre
todo ellas se ven expuestas, como regularmente podemos ver en la prensa.
La Comisión Europea quiere hacer frente a este asunto y tomar medidas
para que la práctica deportiva sea una situación o escenario libre de
discriminación, aprovechando para trabajar también en otros ámbitos: el
amaño de partidos, el racismo en el deporte, el dopaje, etc. Volviendo
al asunto del deporte igualitario, dicen los expertos que la primera
tarea es generalizar la práctica deportiva en las edades tempranas,
asunto en el que tienen bastante que decir las familias y los centros
educativos. También resulta fundamental –y aquí han de intervenir los
medios de comunicación- asegurar una mejor cobertura informativa del
deporte femenino. Una buena idea sería incrementar el número de mujeres
que trabajan en los medios de comunicación deportivos.
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