lunes, 13 de enero de 2014

Casas inteligentes

Hace unos años se decía que una casa inteligente era aquella que podía ser controlada a distancia. Ahora se amplía el concepto para señalar que “inteligente” es aquella casa que puede controlarse a sí misma. Según parece, la tecnología necesaria está ahí y todo va tan deprisa que, suponiendo que este escrito se haya redactado dos meses antes de su publicación, es perfectamente posible que cuando vea la luz su contenido sea una absoluta antigualla. El hecho es que la tecnología que permite convertir nuestras casas en inteligentes se generaliza poco a poco, sobre todo en algunos terrenos, por dos razones de tipo económico: porque cada vez es más barata y porque su uso permite importantes ahorros de energía (calefacción, iluminación, refrigeración, etc.).

Una conocida marca de electrodomésticos ha sacado al mercado una nevera con una conexión WiFi, una pantalla en la puerta y un lector de etiquetas de radiofrecuencia que permiten llevar el control de lo que entra y sale en ella, establecer calendarios, conocer el tiempo y las noticias, dejar notas, avisar de caducidades, etc. Si los comercios estuvieran por la labor, sería capaz hasta de hacer el pedido vía Internet puesto que sabe al instante lo que nos falta. Así que se acabaron los imanes y los Post-it en la puerta del frigo…

Todo avanza. A veces, sin mucho sentido, como el caso de esa cuchara inteligente que te informa de la velocidad a la que comes. O ese cepillo de dientes inteligente que te tiene al tanto de tus hábitos de higiene dental. No estaría de más desmitificar este mundo, poner cada cosa en su sitio y lograr que las ventajas de la tecnología sean eso, ventajas, y no complicaciones. Lo digo porque, después de revisar (y de probar) los múltiples adelantos que pueden hacer que nuestra casa sea inteligente, algunos expertos le están viendo las orejas al lobo. Dice uno: “me he acostumbrado de tal manera a las condiciones que me ofrece mi vivienda inteligente que, cuando viajo, entro en la habitación de un hotel y me siento desnudo, desprotegido; siento que la habitación me es extraña, que no me conoce”. Y continúa: “Esa tenencia que tanto criticamos según la cual ciertas personas se sientan a la mesa con su teléfono en vez de con sus acompañantes, va a ser una fruslería en comparación con el problema que supondrá observar cómo, encerradas en sus casa inteligentes, algunas personas se convierten en perfectos ermitaños”.

0 comentarios :

Publicar un comentario

Gracias por enviarnos tus comentarios. Si cumplen con nuestras normas se publicarán en nuestro blog.

 
prestashop themes