martes, 21 de enero de 2014

Ayudar a otros es bueno para la salud

Para la salud del que ayuda, cuidado. Acabo de ver en televisión la noticia de una campaña llevada a cabo en la ciudad de Nueva York reclamando ayuda para los más 1,5 millones de habitantes de aquella ciudad que pasan hambre y, en muchos casos, viven en la calle. Nueva York, la ciudad de los contrastes… Resulta que, siendo una más de las campañas que se organizan por todo el mundo con fines similares, me ha sorprendido el eslogan utilizado para llamar la atención de los neoyorquinos: “Bueno para ti” (Good for you), que precisamente enfatiza la idea de que ayudar a los demás es bueno también para el que ofrece asistencia.

Aquí se plantea la duda sobre el verdadero fondo del ser humano: ¿es, como dijo Plauto y repitió Hobbes, el hombre “un lobo para el hombre”, o es altruista de modo innato? Últimamente proliferan los estudios que se inclinan por esta última opción: nos gusta ayudar por el placer de ayudar; somos capaces de ponernos en el lugar del otro porque sí, de nacimiento. Esa es la razón por la que ayudar a otros es fuente de felicidad y repercute en nuestra salud. Ocurre, según esas teorías, algo más: el altruismo es innato, pero una parte de él está en nuestras manos: lo podemos potenciar y, del mismo modo, asfixiarlo.

Un experimento: según estos estudiosos, la felicidad que provoca, por ejemplo la acumulación de bienes materiales es menos profunda y dura menos que si su origen se sitúa en una experiencia emocional, como dedicar tu tiempo a ayudar a otros. Parece que sí, que es cierto que el dinero no da la felicidad. Un hecho concluyente lo demuestra: en Europa, en los últimos 50 años nuestros ingresos se han multiplicado vertiginosamente, no así nuestro nivel de felicidad, que sigue, más o menos donde estaba en 1960.

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